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Transformación
La inteligencia emocional es, quizá, la habilidad de liderazgo más importante actualmente. Según el informe Future of Jobs 2023 del Foro Económico Mundial, entre las capacidades emocionales cada vez más valoradas por las empresas están algunas como la curiosidad, el aprendizaje permanente, la resiliencia, la motivación y el autoconocimiento, íntimamente ligadas a la inteligencia emocional.
Descrita como la capacidad de comprender y manejar las emociones, tanto propias como ajenas, la inteligencia emocional se ha erigido desde entonces como el distintivo de un líder efectivo y cercano. Desde la creación de relaciones duraderas y basadas en la confianza al liderazgo inspirador y motivador, pasando por la gestión del estrés y la presión, contar con ciertas habilidades sociales y competencias emocionales son un factor de peso en el liderazgo empresarial de éxito.
El término fue popularizado por el psicólogo, periodista científico y escritor Daniel Goleman con la publicación en 1995 del libro Inteligencia emocional, traducido a 40 idiomas y convertido en un best-seller mundial. En esta obra, Goleman introdujo una tesis que desarrollaría en otras publicaciones como Working with Emotional Intelligence (1998) o Primal Leadership (2001): que las habilidades no cognitivas pueden ser tan importantes como la capacidad intelectual o los conocimientos técnicos para el éxito laboral, lo que hoy conocemos como soft skills. En un artículo publicado en 1998 en Harvard Business Review, Goleman fue taxativo: “La inteligencia emocional es el sine qua non del liderazgo”.
En ese mismo artículo, Goleman describe cinco componentes de la inteligencia emocional que permiten a las personas reconocer su estado mental y el de los de los demás y reaccionar en consecuencia:
Aprender a reconocer y gestionar adecuadamente los sentimientos de quienes nos rodean, y los propios, es una habilidad multifacética que se puede desarrollar de múltiples formas:
La inteligencia emocional en un líder tiene muchas ventajas, algunas más evidentes —como el ser percibido como una figura accesible y de confianza— y otras más sutiles, pero con un enorme impacto para una empresa. Por ejemplo, esta clase de líderes logra una mejor toma de decisiones: más racionales, informadas y basadas en factores objetivos, en lugar de en reacciones emocionales e impulsivas.
La empatía que exhiben los líderes con inteligencia emocional es además fundamental para construir equipos cohesionados pese a la (cada vez mayor) diversidad de los perfiles que los integran. Al saber ponerse en el lugar del otro, estos líderes conseguirán identificar y responder a las necesidades de los demás, integrando las perspectivas de cada uno para lograr una visión plural.
Los líderes dotados de inteligencia emocional, además, son capaces de crear un clima laboral positivo y una cultura empresarial con la que todos conecten. Saber reconocer las aspiraciones y sentimientos de otros les ayuda a idear formas de fomentar el compromiso, la motivación y el rendimiento del equipo. Además, el adecuado manejo de sus propias emociones les permite presentarse como un referente sereno, resiliente y optimista, capaz de guiar a los demás en la gestión de crisis, momentos de cambio o nuevos retos profesionales.
La inteligencia emocional es más relevante que nunca para los líderes empresariales en un mundo laboral cambiante, que atiende cada vez más al bienestar y la psicología. Equipos cada vez más diversos y multigeneracionales, tecnologías en rápida expansión que requieren de un reskilling constante o la globalización de los negocios son retos que requieren de líderes con habilidades que vayan más allá de lo técnico.
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