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¿Estamos, por lo tanto, modificando la forma en la que disfrutamos de nuestro tiempo libre? Parece ser que sí.
Según datos de 2023 de la Encuesta de presupuestos familiares del INE, gastamos más en salir, ya sea a restaurantes, de vacaciones, a un concierto, o para realizar actividades con la familia o los amigos que nos aporten una gratificación tras la vivencia.
Analizando los datos, el gasto medio por hogar realizado en restaurantes y hoteles ha aumentado en más de 360 euros en 2023, mientras que, en ropa y calzado, aunque sigue siendo el tercer sector en el que más se gasta, ha descendido en 143 euros respecto al año anterior.
La principal razón de este aumento del consumo de ocio a través de experiencias se debe a la pandemia, según apuntan algunos expertos. Las restricciones que se aplicaron durante el confinamiento -el no poder salir de casa, el tiempo que no pudimos pasar con familiares y amigos- han tenido el efecto contrario en los dos últimos años y puede ser el motivo para buscar un ocio diferente. Ahora la satisfacción no la buscamos en objetos o cosas materiales sino en actividades que nos aportan vivencias únicas y recuerdos que compartir con otros.
Puede que haya otras razones también: unos jóvenes con prioridades diferentes, en particular, la Generación Z y los millenials, más proclives a gastar en este tipo de ocio; una mentalidad de “sólo se vive una vez”; una generación mayor que aprecia el tiempo en familia o con amigos; o incluso el hecho de que hemos cubierto nuestras necesidades materiales y necesitamos otras formas de disfrutar y complacernos.
Si volvemos a analizar los datos de la Encuesta de presupuestos familiares del INE, no es que estemos reduciendo nuestro gasto, al revés. Cada año gastamos más. En esto, la inflación está afectando evidentemente a los precios, pero es que, además, estamos gastando de manera diferente. Dedicamos más parte de nuestro presupuesto a actividades que antes eran ocasionales o excepcionales, desde salir a cenar a un restaurante, ir a un concierto o hacer un viaje al extranjero, o a un tipo de ocio que antes no existía, basado más en la recompensa y el recuerdo de la actividad que en cuestiones materiales.
Según los economistas, las consecuencias del aumento en la demanda de este tipo de actividades son varias. Por un lado, el incremento en los precios del ocio de experiencia, que hace que haya una mayor probabilidad de una inflación más alta en sectores relacionados con el entretenimiento.
En algunos casos, pueden contraerse deudas por los gastos en ocio. Deben conocerse los riesgos financieros en los que puede incurrir una persona o familia que toma esta decisión, ya sea para hacer un viaje, salir a cenar o ir a un espectáculo.
Hay otra consecuencia que no sólo afecta al precio, sino a nuestro bolsillo. Debemos aplicar al gasto en ocio los mismos principios de equilibrio financiero que aplicamos en nuestra economía personal o familiar. Hay que analizar en qué y cuánto gastamos, teniendo en cuenta nuestros ingresos y el ahorro que queremos llevar a cabo.