Los 5 rasgos que definen a un buen líder empresarial
¿Qué define a un buen líder empresarial? Su papel condiciona aspectos como el clima laboral, la productividad y, en definitiva, el futuro de la corporación. Para ello no existe un único camino ni un modelo ideal, pero en nuestros días sí que predominan algunos rasgos que cualquier responsable interesado en conducir su equipo hacia el éxito debería tener en cuenta:
- Escucha de forma activa. Ayuda al interlocutor se sienta valorado, ya que las conversaciones se desarrollan desde el compromiso afectivo para comprender tanto el contenido del discurso como los sentimientos de quien habla.
- Fomenta la participación. La toma de decisiones no debe realizar de forma unilateral, sino de manera colectiva para motivar el sentido de pertenencia con los objetivos del proyecto.
- Delega funciones. Un buen líder delega funciones y confía en la profesionalidad de su equipo para centrarse en su verdadera función: ejercer de guía.
- Promueve la cohesión. También es importante tratar a todas las personas por igual, sin generar discriminaciones que puedan generar jerarquías que puedan provocar tensiones.
- Es resolutivo. En el caso de existir un conflicto, este se debe solucionar lo antes posible y basándose en valores como el consenso y la empatía con las partes afectadas.
Como se puede comprobar, son valores que apuestan más por la convergencia de opiniones y la colaboración que por la tradicional dirección basada en la jerarquía, que ha quedado desfasada con el paso del tiempo. El modelo de líder empresarial ha cambiado, tal y como señalan Michael J. Platow y S. Alexander Haslam en el artículo La nueva psicología del liderazgo, publicado en Scientific American: "El desarrollo de una identidad compartida es la base del liderazgo influyente y creativo".
La inteligencia colectiva y la democratización de las opiniones
El motor para un buen líder empresarial es, en definitiva, la inteligencia colectiva. Esta se define como una forma de colaboración a partir de diversos individuos, concepto muy alineado la sociedad del conocimiento en la que ahora nos encontramos inmersos. Los canales de comunicación tradicionales, basados en mensajes unidireccionales, han quedado atrás frente al avance de la llamada comunicación 3.0, es decir, aquella que es recíproca y permite a los interlocutores formar parte del mensaje.
Los empleados que se sienten escuchados tienen casi cinco veces más probabilidades de mejorar el desempeño de su trabajo, según datos publicados por Forbes. Por eso, es importante contar con canales de comunicación interna que garanticen que la conversación entre el líder empresarial y las personas a su cargo se realice de forma adecuada, sin obstáculos que puedan suponer barreras a la retroalimentación entre ambas partes. Porque, tal y como se apunta en el artículo de la revista financiera citada, "los empleados desvinculados cuestan a las empresas estadounidenses hasta 550.000 millones de dólares al año".
En este contexto están surgiendo puestos de GeFes o, lo que es lo mismo: gestores de felicidad. María Graciani, autora de este término lo define en un artículo de la siguiente manera: "Se trata de un ganador y nace de una necesidad humana y empresarial acentuada en los últimos años: es vital mantener la moral alta para crecer y crear algo con valor".
Unas habilidades con mucha historia
"Liderazgo y gestión" se conciben como habilidades en alza que se sitúan entre las que mayor crecimiento de demanda tendrán para el año 2025, según el informe Future of Jobs Survey del Foro Económico Mundial. A pesar de su relevancia de cara al futuro, el liderazgo no es una característica exclusiva de nuestros días. Para hallar su origen tenemos que remontarnos al inicio de los tiempos, donde ya encontramos figuras que sirven como muestra de esta cualidad.
Los ejemplos más remotos nos llevan a la Antigua Grecia, cuna de la civilización moderna. Ya entonces los grandes pensadores del momento reflexionaron sobre la organización ideal de la polis y quiénes debían estar al frente para movilizar a las masas, algo que quedó reflejado en grandes personalidades como Pericles, el gran dirigente de Atenas.
Sin embargo, la conceptualización más clásica del liderazgo ha evolucionado. Ya no se concibe como una única figura con supuestas capacidades innatas, tal y como establece la teoría del rasgo, sino como una habilidad de comportamiento que se puede desarrollar de diferentes formas.
No existe una fórmula mágica del liderazgo empresarial, ya que cada compañía tiene particularidades que condicionan cuál podría ser el modelo ideal. Sin embargo, sí que existen indicadores que muestran un cambio de tendencia hacia un modelo más democrático, horizontal y, en definitiva, humano. Encontrar el estilo y la forma de liderar adecuada no es fácil, pero es una tarea esencial que cada líder debe desarrollar para guiar a su compañía al éxito de la mano del compromiso y la productividad.