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El mundo se enfrenta a una situación de escasez de recursos. El pasado 20 de mayo se superaron los recursos y servicios ecosistémicos que la Tierra puede regenerar durante un año. Los españoles estamos viviendo por encima de la capacidad de regeneración de nuestra naturaleza, y al ritmo actual de desarrollo, la humanidad en su conjunto necesitaría 1,75 planetas para satisfacer su demanda de recursos naturales, y esa demanda no hace más que crecer cada año.
Algunos de los retos más urgentes a los que nos enfrentamos son desafíos sistémicos muy complejos. Si solo fueran retos ambientales, las soluciones serían más fáciles de implementar, pero también existen retos sociales y económicos. Si no entendemos el problema, no podemos llegar a la solución, y abordar la descarbonización de la actividad económica es cada vez más necesario. Así lo expusieron Carles Gasol y José Carlos Díaz, expertos de inèdit, estudio de ecoinnovación estratégica, en una jornada organizada de la mano de Ibercaja.
Entender de dónde viene el producto, sus partes y materia prima es fundamental. En una era cada vez más digitalizada y con un mercado muy competitivo, cada vez dependemos más de países externos donde se escapan más los procesos de calidad y de control. El objetivo pasa por tratar de recuperar los componentes en lugar de importarlos.
Hay que entender quién fabrica el producto, dónde lo hace, en qué condiciones… En la era actual cada vez utilizamos elementos más digitalizados y complejos. El diseño modular para la durabilidad se ve perjudicado en algunos casos. Nos podemos preguntar si es posible reconsiderar el modelo de producción.
Si pensamos en alternativas, como el producto a granel, ahorraríamos en la cadena de valor, tanto materiales como energéticos que eso conlleva. ¿Por qué usar algo una vez si puede ser usado más de 70 veces?
Hay que entender cómo viaja el producto. Transportar mercancías en avión tiene un impacto ambiental mucho más elevado que hacerlo en barco, pero el primer medio de transporte es mucho más rápido. Hay que preguntarse si existe posibilidad de replantear el modo de transporte.
Saber cómo va a emplear el usuario el producto es clave. Hay que ayudar al usuario a poder auto mantener y reparar productos pensando en recambios o refuerzos para los puntos más débiles y en actualizaciones de partes de productos que quedan más pronto obsoletas.
Cuando se entiende el problema es el momento de ampararnos en los principios que guían la economía circular para saber cómo actuar. Los expertos de inèdit destacan estos siete:
1. Priorizar recursos renovables. Hay que asegurar que los recursos renovables, reutilizables y no tóxicos se utilizan como materiales y energía de forma eficiente. Un ejemplo podría ser sustituir una caja de porexpan por un material 100% de origen renovable y 100% reciclable, como el cartón.
2. Conservar recursos existentes. Mantener, reparar y actualizar los recursos en uso para maximizar su vida útil, y darles una segunda vida mediante estrategias de recuperación.
3. Utilizar residuos como recurso. Emplear los flujos de residuos como fuente de recursos secundarios y recuperar los residuos para su reutilización y reciclaje.
4. Repensar el modelo de negocio. Considerar las oportunidades para crear mayor valor y alinear los incentivos mediante modelos de negocio que se basan en la interacción entre productos y servicios.
5. Diseñar pensando en el futuro. Mantener una perspectiva sistémica durante el proceso de diseño, utilizar los materiales adecuados y diseñar para una adecuada vida útil y un uso futuro prolongado.
6. Incorporar tecnología digital. Realizar un seguimiento para optimizar el uso de los recursos y reforzar las conexiones entre los actores de la cadena de suministro mediante plataformas digitales y tecnologías.
7. Colaborar para crear valor compartido. Establecer mecanismos de colaboración para aprovechar sinergias y complementariedades, tanto a nivel industrial como a otros niveles territoriales (ciudad, comarca…).
Hay palancas legislativas y empresariales que impulsan a las organizaciones a calcular la huella de carbono y a tener un plan de acción climática. Así lo expusieron Carles Gasol y José Carlos Díaz. Estos son los pasos que para los expertos guían un plan de descarbonización y de acción climática.
1. Calcular la huella de carbono de la organización siguiendo la ISO 14064. Este paso vislumbra la importancia de las métricas.
2. Fijar objetivos. Un plan de acción climática es una hoja de ruta que tiene un potencial de reducción del 56%.
3. Implementar el plan de acción climática para seguir materializando la mejora continua.
4. Reducir las emisiones para que tiendan a los objetivos corporativos alineados con la legislación.
5. Activar la cadena de valor apoyándose en la propia experiencia.
6. Identificar los mensajes clave comunicables con transparencia.
Una vez se hace el ejercicio de recopilación y cálculo se obtiene un termómetro que nos aporta las coordenadas en las que se mueve nuestra empresa, para tomar decisiones. Los datos permiten trabajar en la mejora continua y pasar a la acción, teniendo en cuenta siempre el marco legal que nos rodea.
La Ley 7/2021 de cambio climático y transición energética tiene por objeto asegurar el cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París y facilitar la descarbonización de la economía española, su transición a un modelo circular, de modo que se garantice el uso racional y solidario de los recursos. A su vez, promueve la adaptación a los impactos del cambio climático y la implantación de un modelo de desarrollo sostenible que genere empleo decente y contribuya a la reducción de las desigualdades.
La ley establece cuatro objetivos mínimos nacionales para el año 2030: