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Tendencias
Dónde cenó el sábado, cuál es su ideología, qué hizo ayer o cuántos amigos cercanos tiene. Varias de estas respuestas están en Internet, ya sea porque las hemos publicado nosotros o bien por el rastro que dejamos cada día en la red. Las páginas que visitamos, las aplicaciones que utilizamos y los me gusta dejan a la vista gran parte de lo que somos.
No es todo, pero es mucho. Más que lo que cualquiera sabía de otra persona hace apenas 30 años y bastante más de lo que nos gustaría reconocer al sabernos en gran parte desnudos ante la mirada digital de alguien ajeno e indefinido. La identidad del individuo -y, por tanto, de la sociedad- se forma a golpe de clic, depurada por algoritmos cambiantes.
Afirma el profesor Bernat Castany que la identidad es una madeja de paradojas: "Porque preguntarse por la identidad es preguntarse por la identidad de la identidad". Un concepto invisible, una sombra omnipresente que significa cosas muy diferentes "según la manejen la lógica, la filosofía, la publicidad o la política; porque toda identidad está compuesta por elementos heredados y recreados".
Si la identidad se refiere a los rasgos propios de un individuo o colectividad característicos frente a los demás, ¿quiénes somos en internet? La identidad digital es mucho más que nuestra versión en internet, porque el rastro de todo lo que publicamos, compartimos y visitamos deja a la vista todas nuestras inquietudes. De las búsquedas, visitas e interacciones en la red se pueden deducir gran parte de nuestras alegrías, miedos, dudas o deseos.
Hemos pasado del Homo Sapiens al homo digitalis, analiza Román Cendoya en su libro ReEvolución. Los nacidos a partir del siglo XXI interactúan con la tecnología todo el tiempo, para cualquier actividad, compra o relación. Ahí se ha producido el verdadero cambio, especialmente tras el auge de las redes sociales, donde se difumina la frontera entre lo público y lo privado, en una esfera en la que los datos cobran un valor mayúsculo para las organizaciones.
Las empresas recogen y almacenan datos. Así segmentan y personalizan la publicidad e incrementan sus opciones de venta. Nuestra privacidad queda más expuesta, aunque lo mismo sucede a la inversa: cualquier compañía tiene en el centro de actividad su identidad digital. Si los datos son la mina de oro y cada vez más personas se relacionan casi exclusivamente a través de Internet y de las redes, dominar este espacio y ofrecer a cambio una identidad con la que los potenciales consumidores puedan relacionarse es el gran desafío.
Facebook, Twitter, LinkedIn, Instagram, TikTok… ¿En qué redes estar? ¿Qué historias contar en ellas? Internet nos permite definir nuestra identidad como nunca antes lo habíamos hecho. Las redes sociales lideran esta nueva construcción digital, son la caja de resonancia de la marca personal y la reputación.
Su uso estratégico puede ayudar a mejorar el posicionamiento en buscadores, crear comunidad o difundir contenido de la empresa. Como un escaparate, generan opciones de venta, contenido inspiracional y aspiracional. Cambian la forma de mostrar los productos, pero también la relación entre cliente y empresa.
Actualmente hay más de 4.800 millones de usuarios de redes sociales en el mundo. Es el 60% de la población total, según el informe anual de We Are Social. Su director ejecutivo, Nathan McDonald, advierte de que más personas que nunca pasan tiempo en línea: "Más allá de las conexiones sociales, la información y el entretenimiento, el crecimiento del comercio social, los juegos y el gasto en criptomonedas y bienes digitales es evidencia de un cambio cultural real". Son las redes sociales las que ocupan la mayor parte de nuestro tiempo en internet (de media diaria 2 horas y 24 minutos) con Facebook, YouTube, WhatsApp e Instagram a la cabeza.
Para las empresas es una forma de aumentar la visibilidad de sus marcas, dotarse de contenido e imagen, conocer a su público y generar comunidad. La mayoría de las plataformas ofrecen métricas y resultados con los que generar estrategias y diseñar campañas. También son una excelente forma de redirigir tráfico hacia la web, aunque se compra cada vez más en las propias plataformas y la expectativa es que ese comercio supere los 1,8 billones de euros en 2025.
El gran riesgo al utilizar redes sociales en la empresa es no tener una estrategia y una planificación sólida. Un plan eficaz incluirá una investigación previa de la audiencia, revisión y generación de identidad de marca, establecimiento de objetivos, una estrategia de contenido, estudio de competencia, análisis de métricas y ajustes regulares. El fallo en cualquiera de los puntos de esta cadena puede suponer una amenaza para la reputación online.
En el contexto general, las noticias falsas constituyen uno de los retos más acuciantes. El auge de los influencer o del "periodismo ciudadano" y la crisis de los medios de comunicación han abonado el camino para el aumento de los bulos informativos en las redes. Es algo con lo que ya lidian las compañías, que muchas veces son las primeras afectadas.
Los robos de identidad también preocupan en el sector corporativo. El Incibe alerta sobre el phishing, el robo de credenciales, las estafas y la suplantación de identidad como las principales amenazas derivadas de la actividad en redes. Cualquiera de esas formas de usurpación de identidad puede dañar la reputación de la marca, generar pérdida de confianza o derivar en costes económicos y sanciones.
En paralelo a la eclosión de publicaciones ha surgido la necesidad de poder borrar los datos. En 2014, el Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea (TJUE) publicó una sentencia que estableció el derecho de supresión o "al olvido" y que después se desarrolló en 2018 en el Reglamento General de Protección de Datos de la UE (RGPD). Para ejercer este derecho, la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) dispone de un formulario oficial para hacer la solicitud ante los responsables del tratamiento de nuestros datos.
Otra opción de borrado que las empresas deben conocer es la relativa a los robos de su material protegido por derechos de autor. La Ley de Derechos de Autor de la Era Digital (DCMA, por sus siglas en inglés) ha adaptado al mundo digital las antiguas normativas de propiedad intelectual.
Estas normativas irán adaptándose con el tiempo. Junto a la aparición de nuevas redes sociales, las transformaciones socioculturales y las nuevas estrategias empresariales ayudarán a configurar nuestra rápida y cambiante identidad digital.