Transformación
Según las cifras que expuso en el acto el presidente de la Federación de Empresarios del Metal de Zaragoza (FEMZ), Benito Tesier, el tejido industrial del metal es uno de los más pujantes de Aragón: 8.500 empresas, 110.000 empleos y una aportación del 21% al PIB regional. Para fortalecer el sector y ayudar a las empresas a crecer y ser más competitivas, la FEMZ ha impulsado la creación del clúster MetalHub.
Jesús Ros, responsable de Banca de Empresas de la Dirección Territorial de Ibercaja, fue el anfitrión de esta jornada, que tuvo un significado especial para el banco por la vinculación que tiene la entidad con el sector del metal. Fue en Ibercaja, entonces la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y La Rioja, donde se constituyó el germen de la Federación del Metal de Zaragoza en 1976. “Seguro que Ibercaja va a ser un gran aliado para impulsar la innovación y mejorar la competitividad de las empresas de un tejido productivo tan importante para la economía aragonesa como es el del metal”, afirmó Ros.
Tomás Iriondo comenzó su intervención describiendo un clúster como una asociación que promueve la colaboración entre clientes y proveedores, con agentes tecnológicos, con otros sectores e internacionalmente. “Un clúster tiene sentido cuando se construye pensando en lo que se va a necesitar a largo plazo. En ese sentido, la cooperación trasciende los proyectos concretos y se convierte en una forma de pensar y actuar, en una cultura basada en la generosidad y la inteligencia colectiva”, señaló.
El director general de GAIA detalló cómo los clústeres ayudan a las compañías a través de acciones que van más allá de la colaboración empresarial. Iriondo destacó la formación continua como uno de los pilares más relevantes en los que trabajan. En estos momentos de transición energética, digital o incluso sociosanitaria, la actualización de conocimientos es fundamental puesto que muchas competencias corren el riesgo de volverse obsoletas. En su opinión, no se trata solo de atraer o retener talento, sino de reciclarlo y empoderarlo, de preparar a las personas que ya forman parte de las organizaciones para que sigan siendo relevantes. “En los clústeres, trabajamos intensamente en el reciclaje de talento. La formación es un aspecto clave para que las personas sigan aportando valor en entornos en constante evolución”, subrayó Iriondo.
Otra de las ventajas estratégicas que ofrece un clúster es su capacidad para captar inversiones y canalizar recursos hacia el territorio. Detectar las oportunidades que ofrecen los programas nacionales e internacionales, el acceder a fondos que posicionen a las empresas del clúster en el mapa global son elementos esenciales para su consolidación.
En este sentido, Iriondo insistió en la importancia de "vender lo que hacemos" y de que "nos ubiquen y nos reconozcan" internacionalmente. Aunque este reconocimiento puede plantear desafíos: las empresas más visibles pueden convertirse en objetivo de fondos de inversión extranjeros. “Ser un ecosistema reconocido pasa factura y es algo que estamos gestionando activamente”, advirtió.
El éxito de un clúster también depende de su capacidad de liderar estratégicamente para favorecer a todos los miembros del clúster identificando con precisión quiénes lo componen, cuáles son sus fortalezas y qué eslabones de la cadena de valor deben reforzarse. Además, un buen liderazgo tratará de elegir colectivamente qué actividades son realmente estratégicas para el territorio y reforzar aquellas que lo hacen singular y diferenciarse a escala global.
Iriondo insistió en la necesidad de fomentar una cultura colaborativa en el seno de los clústeres que genere confianza y establezca alianzas duraderas para anticiparse a los desafíos del mercado global. “El retorno que ofrece un clúster a sus miembros es directamente proporcional al compromiso que éstos adopten, cuanto más das, más recibes”, concluyó Iriondo.
Mantente informado
Suscríbete a nuestra newsletter y mantente siempre informado de todas las iniciativas, propuestas y actividades que organizamos.